La re-invención de la magia. Sobre «Hugo» de Martin Scorsese

El cine es un gran truco óptico y, aunque somos conscientes de que lo es, a menudo lo olvidamos.  La ilusión del movimiento generado por 24 imágenes proyectadas en un segundo es sólo parte de ese gran truco de magia que ha brindado tanta alegría a espectadores de todo el mundo durante 117 años. 
A la magia del cine como tal se suma la magia de la puesta en escena cinematográfica.  Los creadores del cinematógrafo, los hermanos Lumiere, no dimensionaron el cine más que como la posibilidad de llevar un gran espejo a cada espectador para que pudiera ver y verse en la pantalla.  El cine, por lo tanto, no estuvo completo hasta que pioneros como George A. Smith, Robert Paul y George Melies demostraron que el cine no siempre debía representar la realidad, a veces podía también sustituirla y permitirnos la posibilidad de soñar.
George Melies era mago ilusionista y sólo alguien como él podría haber visualizado la magia que el cine podría brindar. Desde los primeros años del siglo XX, el gran Melies construyó enormes escenarios teatrales y experimentó con trucos provenientes de la magia tradicional mezclándolos con los que el nuevo aparato permitía, para llevar a muchos espectadores al delirio de los sueños, permitiéndoles la posibilidad de ver, entre otras cosas, cine a color más de 50 años antes de que éste se inventara.
Pero no es específicamente del señor Melies de quien quiero hablarles, aunque también es protagonista de esta historia y uno de mis ídolos cinematográficos (de hecho, tengo una foto al lado de su tumba en el cementerio Pere Lachaise de Paris).  Hoy quiero hablar de la maravillosa película que nos acaba de regalar el impredecible Martin Scorsese.
Después de deleitarnos por varias décadas con películas violentas y crudas pero muy interesantes y entretenidas, Scorsese nos sorprende al experimentar por primera vez el truco del 3D y una temática apta para toda la familia, que gira en torno a la magia y la fantasía, basada en personajes y situaciones reales.
«La invención de Hugo Cabret» es una película hermosa.  A pesar de la simpleza de este calificativo, creo que engloba todo lo que representa.  El inicio puede ser un poco efectista y nos hace pensar que estamos viendo una película para niños, pero poco a poco va develando la trama para evidenciar la profundidad de lo que quiere decirnos, una historia que realmente nos habla del cine, la magia, la amistad y el reencuentro con el pasado.
Encarnada en el personaje de George Melies (magistralmente interpretado por Ben Kingsley), la nostalgia es la gran protagonista, pero ésta no es una nostalgia que paraliza, si no una que hace homenaje al pasado para proyectar el futuro. No se añoran los «tiempos mejores» del cine, pues se vale para contar la historia del truco más usado en los últimos años por el cine: El 3D.  Además de contar con una narrativa sólida, al usar el 3D en esta película Martin Scorsese da una lección de cine y una gran bofetada a la industria que aun no ha sabido incorporar este efecto como parte de las historias.  Desde este punto de vista, también se trata de una película magistral, en donde la técnica está al servicio de la narrativa, como debe ser.
La narración funciona al mejor estilo de las películas de aventuras y logra realmente enganchar al público infantil sin perder el interés de los adultos, que en el viaje conocen a cada uno de los personajes en todas sus dimensiones. Se destaca, igualmente, el papel de los niños protagonistas así como el de Sasha Baron Cohen, humorista británico (el de Borat y Ali G), que nos ha acostumbrado a un humor grotesco y que aquí interpreta a un sórdido, pero humano personaje.
Se trata de un viaje maravilloso a otros mundos: Al mundo de Verne recreado por Melies, que a su vez es recreado por Scorsese, en una onda maravillosa de homenajes y reconocimientos a los que tanto han hecho por las historias y la industria del cine.
En lo personal, hace mucho tiempo (desde Cinema Paradiso) una película no me conmovía por su belleza y sus referencias a la cinefilia. No me avergüenza comentar que estuve al borde de las lágrimas y que no se trató en este caso del caracter conmovedor de la historia, si no de la emoción de ver en Scorsese a aquel espejo en el que nos reflejamos los cinéfilos; los que amamos el cine y nos emocionamos con sus historias; los que entendemos de cine sin dejar de disfrutarlo; los que empezamos a vivir, cuando la luz se apaga, la más corta y maravillosa de las noches.
TEXTO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN EL BLOG DEL PROYECTO 3DPELÍCULA

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