Reseña de Caos, el inicio

Se estrena en cartelera comercial la película Caos, el inicio (Chaos Walking) dirigida por Doug Liman, productor y director de películas como Al filo del mañana, Mr. and Mrs Smith, Barry Seal y Bourne identity y con amplia experiencia en tv. La película está basada en la trilogía juvenil de ciencia ficción Chaos walking, traducida a 22 idiomas y con gran éxito en países como Canadá y Estados Unidos y es protagonizada por Tom Holland, Daisy Ridley y Mads Mikkelsen.
En un año tan distópico como este, tienen mucho más sentido las películas de ciencia ficción que planean escenarios post-apocalípticos que, al sugerir realidades alternativas, dicen mucho sobre lo que somos y lo que vivimos. La historia se escenifica en el siglo XXIII, en un planeta que ha sido colonizado por los terrícolas y que luce, en apariencia, igual al nuestro. Las diferencias, no obstante, emergen poco a poco y la más notable es la ausencia de mujeres y el hecho de que los pensamientos de cada uno de los pobladores son audibles y visibles (en forma de humo) para todos los demás en un efecto al que denominan «el ruido». Allí, el poder del sheriff es aplastante gracias a su capacidad para ocultar su pensamiento de los demás pobladores.

El protagonista es un joven granjero, cuyo pequeño mundo se limita a su aldea, en la que ha vivido toda la vida y en donde ha crecido con la idea de que es el hombre más joven y el único que sobrevivirá de su especie, luego de que las mujeres fueran exterminadas por los habitantes originales del planeta. Sus intentos por ocultar su pensamiento de los demás lo hacen también excepcional.
Con una estética retro futurista, al estilo del western norteamericano, la película recrea las escenografías y los vestuarios, pero también las costumbres y normas de los pobladores, recordándonos a los colonos de la fiebre del oro con su fanatismo religioso, un sheriff superpoderoso y el conflicto entre pueblos pacíficos y otros guerreristas e invasores.
Uno de los principales méritos de Caos, el inicio es que sabe beber de la fuente de la tradición de la ciencia ficción, planteando escenarios y preocupaciones típicas del género, combinándolas con características del western y la aventura con algunos toques de comedia para lograr un relato entretenido que, al mismo tiempo, plantea mensajes más profundos con relación a temas como la privacidad, el fanatismo religioso, el machismo y la manipulación del poder. Aunque no se trata de una obra de arte, ni pretende serlo, la cinta apuesta por ofrecer entretenimiento de calidad y promover la reflexión entre el público y, salvo algunos errores de verosimilitud, logra cumplir con ambos propósitos.
Los efectos especiales son sobresalientes y funcionan por la naturalidad con la que se adecuan a la historia sin que sean realmente protagonistas. El mérito del montaje es, justamente, lograr integrarlos a la narrativa para que hagan parte de ella en momentos de suspenso de forma orgánica y sin robar protagonismo a la trama. En el elenco se destacan el siempre monumental Mads Mikkelsen, interpretando un sheriff implacable y lleno de secretos y el joven actor Tom Holland, que en los últimos tiempos se ha ido desmarcando de su papel de spiderman para demostrar su talento como actor de carácter y de acción, como ya había hecho en la película de Netflix El diablo, todo el tiempo.
Más allá del tema técnico y dramatúrgico, lo que realmente sobresale en esta película es la discusión que se pone una vez más en la mesa sobre el papel de la mujer en la sociedad patriarcal, y allí la película asume una postura que va más allá de la pose al plantear la necesidad de pasar esta página de la historia para entender la importancia de ambos sexos en la construcción de una sociedad justa y equitativa. Otro punto neurálgico que se toca en la cinta se relaciona con la invasión de la privacidad y la inconveniencia para la construcción de una sociedad justa y libre. Los pensamientos flotantes con palabras e imágenes y audibles para todos aparecen como un contundente mensaje sobre los peligros de una sociedad en donde cualquiera puede saberlo todo sobre nosotros. La ciencia ficción, una vez más, nos pone el pretexto del futuro para mostrarnos el espejo de nuestro presente.