Reseña crítica de la obra «Esta cabeza mía que no se puede callar» del teatro «La maldita vanidad».
En la historia de la humanidad siempre hemos rendido culto a la belleza: desde la Grecia Antigua se hicieron estatuas y se cantaron odas a las virtudes del cuerpo humano perfecto y la publicidad se ha lucrado durante décadas de la explotación del cuerpo para vender toda clase de productos. En zonas de guerra, sin embargo, la belleza puede ser una maldición: desde las jóvenes que se convirtieron en trofeos de los mafiosos hasta los niños y adolescentes que han sido maltratados y violados en medio del conflicto armado.
La obra «Esta cabeza mía que no se puede callar» de La Maldita Vanidad Teatro pone en escena una perturbadora historia inspirada en el caso real de jóvenes violados por grupos armados ilegales por su belleza pero, también, por ser sus preferencias homosexuales. La Comisión de la Verdad publicó en 2022 un informe sobre los hombres violados en la guerra de Colombia en el que se afirma que más de 2000 (muchos de ellos homosexuales) han sido víctimas de estos grupos. Algunos fueron desaparecidos, otros pasados por falsos positivos, otros abusados sexualmente y marcados de por vida cortándoles una oreja y otros cuantos obligados a salir de sus tierras perdiendo sus familias y pertenencias.
Partiendo de esta dura realidad, Jorge Hugo Marín cuenta la historia de Saúl, un joven que celebra su cumpleaños 18 y es obligado a huir de su territorio por amenazas de los grupos armados. Su familia ya ha sido afectada en el pasado por el violento asesinato de su padre y, desde entonces, la relación con su madre es complicada y solo cuenta con la amistad incondicional de su mejor amigo con quien tiene una estrecha relación que es motivo de habladurías en su conservador pueblo. El mosaico lo completan la rectora de su colegio y un inquietante carpintero que, en sus formas y comportamiento, da cuenta de una violenta personalidad.
Con una puesta en escena minimalista que es completada de forma brillante con un bien cuidado diseño sonoro, la obra nos lleva en un viaje de terror en el que los grandes protagonistas son el miedo y la zozobra, acompañados por la impotencia de quienes han aceptado contra su voluntad las reglas de los violentos pero, aún así, saben que sus vidas siempre están en riesgo. Los actores armados siempre lucen sus rostros cubiertos, porque los victimarios no suelen dar la cara, y esto pone en evidencia que cualquiera puede ser tu enemigo, como la misma obra sugiere al permitir el permanente cambio de roles de los actores a la vista del público: de víctimas a victimarios.
Unas pocas sillas, una mesa y algunos objetos colgados a la vista bastan para recrear un pueblo de tierra caliente con sus casas, escuela y negocios y los actores contribuyen a la recreación de estos escenarios en la mente de los espectadores con la ayuda de una iluminación que focaliza las escenas mientras el elenco se mueve por el escenario. Con esta economía de recursos, el director y dramaturgo, Jorge Hugo Marín, configura una propuesta de teatro interactivo en el que, sin romper la cuarta pared, el público es cómplice de artificio del teatro pero, aún así, logra conmoverse con lo que se pone en escena.
Quizás lo más impactante es, justamente, la ausencia de luz, en momentos en que público y actores quedan en la más absoluta oscuridad y es el sonido el que narra el terror. Son aquellos momentos de gritos en la oscuridad los que permiten que, como espectadores citadinos, nos conectemos con la incertidumbre y el miedo a la violencia que miles de compatriotas viven todos los días. Es allí donde el teatro cumple con su función social de traer a nuestra casa los dramas que otros viven a muchos kilómetros para que logremos conectar con sus dolores y para que, como la misma obra recalca, estas historias jamás se repitan.
En sus 13 años de trabajo, La maldita vanidad se ha consolidado como una de las compañías teatrales más importantes del país, no solo por sus exitosos montajes si no también por abrir su teatro a una gran cantidad de compañías nacionales e internacionales y ser semillero de un buen número de actores muy relevantes de la escena dramática nacional. Sus fundadores, Jorge Hugo Marín, Ella Becerra y Angélica Prieto, han logrado consolidar una propuesta consistente con obras de teatro que abordan temáticas contundentes y controversiales y que, en general, buscan hacer una radiografía del país desde temáticas como el conflicto armado, el narcotráfico, la marginalidad, las relaciones de familia y la diversidad sexual.
FECHAS:
Del 23 de febrero al 9 de abril de 2023.
HORARIO:
Jueves 8 pm.
Viernes 8 pm.
Sábado 6:30 pm y 8 pm.
Domingo 6:30 pm.
Texto y dirección Jorge Hugo Marín
Con: Angélica Prieto, Emmanuel Restrepo, Fernando de la Pava, Francisco Chona, Judith Segura y Ricardo Mejía.
Asistente de dirección y diseño sonoro: Boris Lafaurie.
Diseño de Iluminación y Jefe Técnico: Juan David Rodríguez.
Imagen : Nicolas Williamson
Producción General: La Maldita Vanidad
Género: Thriller
Restricción de edad: 15 años
Duración: 70 minutos