Siempre me han molestado las cosas pretenciosas. Aquellas obras de arte, películas, libros o conferencias que prometen «cambiar la historia de…» y, en contraposición, me gustan las buenas historias sencillas, aquellas que basan su belleza o su eficacia en la simplicidad de lo que hacen y en la claridad de lo que pretenden. Hace un par…