El cine colombiano ha avanzado en los últimos años en la dirección que conviene para que algún día, esperemos que no sea muy lejano, llegue a considerarse una industria. Mientras tanto tenemos un campo en el que la constante es la poca disposición a tomar riesgos y, en la línea de lo que puede ser más seguro, los productores le apuestan a hacer películas de fácil comprensión para el público y que han tenido aceptación en la televisión por encima de historias que muestren realidades sensibles del país o que cuenten expresivamente alguna faceta de nuestra realidad (que incluye por supuesto lo que imaginamos en la ficción). Este es el caso de las series de narcos que inundaron nuestra televisión los últimos años y que ahora «amenazan» con tomarse la gran pantalla. Se acaba de estrenar la película sobre «Sin tetas no hay historia», después de una novela insulsa, una adaptación para la tv desafortunada y unas cuantas adaptaciones que poco aportaron a la secuencia y ya se anuncia la película sobre «El Cartel».
En mi blog anterior escribí varias veces sobre mi posición frente al tema y cabe hacer los vínculos por si alguien quiere leer estos textos:
Los del Cartel tienen su historia
De capos, muñecas, mafionetas y raiting
A propósito de «Sin tetas no hay paraíso» comparto con ustedes un texto que salió hace unos años en el periódico El Colombiano de Medellín y en la Revista Guión Actualidad de Barcelona llamado «Sin tetas no hay historia», que lo disfruten:
Sin tetas no hay historia
Vivimos en una epoca en la que hay que mantener a la gente entrtenida con lo que sea. Ya no valen las peliculas de pensar o de llorar, hemos pasado página y ahora hay que buscar el morbo, la mala educación y el comportamiento desvergonzado. Hay que «descultirizar» a la gente, devolverlos a los instintos humanos básicos para moverlos como masas. «Ahora toca comprar un telefono movil de ultima generación tentas o no tengas dinero», «ahora tienes que comprar un coche para presumir aunque empeñes tu vida»… y asi hasta el infinito.
Besos
Lulu
Gracias Lulú. Totalmente de acuerdo. La peor paradoja de la sociedad de consumo es que pensamos que consumimos los objetos cuando casi siempre son ellos quienes nos consumen. Todos caemos en esa dinámica y este sistema funciona porque así lo hacemos. Gracias de nuevo por partciipar en el blog.