Una flor en el desierto

Es un cliché afirmar que una imagen vale más que mil palabras, pero es cierto también que muchas veces no nos conmueven tanto las situaciones como cuando nos acercamos a ellas por medio de una historia, una melodía, un rostro. 
Acabo de ver la película «Desert Rose» sin saber de que se trataba y todo el tiempo me pareció, como muchas otras, una bonita historia de superación personal y un retrato distinto acerca del África ancestral que escapa un poco a esa visión de los gringos de que África no es el tercer mundo si no el infierno en la tierra. 
Ver la película sin haber leído reseñas anteriormente y desconocer por completo la historia de la top model Waris Dirie, me permitió la posibilidad de sorprenderme completamente por el giro dramático de su trama que no es otro que el objetivo que su directora persigue con la película: poner sobre el tapete occidental el tema de una tradición cuestionable y dolorosa que aun existe en muchas tribus africanas: La ablación.
Para quienes no conocen del tema (sospecho que la mayoría), esta tradición ancestral africana consiste en la mutilación de los genitales femeninos a temprana edad (en el caso de Dirie fue a los 3 años) y su posterior costura artesanal.  No quiero entrar en detalles para no sobrecoger a mis lectores como yo mismo lo hice al escuchar el monólogo central de la protagonista de la película, pero basta con decir que aun hoy 6000 niñas africanas padecen esta terrible tortura llegando a morir buena parte de ellas por culpa de las infecciones y demás padecimientos que sufren a raíz de este antihigiénico y machista procedimiento.
Las mujeres indagadas en la misma región por la directora de la película, Sherry Horman, hicieron énfasis en que esta tradición no tiene fundamento religioso, pues ni en el Corán se describe esta práctica; pero se ha sostenido debido en buena parte al machismo imperante en la región y a la ignorancia de quienes no cuestionan un procedimiento tan tradicional como éste.
Pero como este es un blog dedicado básicamente al cine quiero mencionar algunos de los méritos de esta historia que, más allá de estar basada en una inspiradora trama, tiene argumentos de sobra para destacarse en medio de la, a menudo, pobre oferta cinematográfica de nuestras salas. 
La historia tiene un sello indiscutiblemente femenino al no hacer énfasis en la gran travesía a pie que hace la protagonista desde su fuga de la aldea de sus padres hasta la ciudad de Mogadiscio (que tendría un gran potencial épico), si no en todos los inconvenientes que debe atravesar como mujer desarraigada durante buena parte de su vida antes de ser una reconocida modelo y tener la valentía de emprender con dolor pero sin resentimientos una campaña mundial en contra de la ablación. 
Sin embargo, a diferencia de muchas historias de vida similares, «Desert Rose» no busca provocar la lástima o la admiración extrema por el personaje central, si no hacer un primer plano a esta hermosa mujer para resaltar su belleza natural, su capacidad de amar a pesar de su tragedia y la naturalidad con la que afronta la vida a pesar de vivir un gran choque cultural.
La fotografía de la película es parte del pincel narrativo de su directora, al hacer énfasis en cámaras al hombro y planos aberrantes que llegan a ser molestos al narrar la infancia de Dirie en contraste con la cámara quieta, desprovista de movimiento para narrar el glamour del mundo del modelaje.
Grandes actuaciones hacen atractiva la narración de la historia. Sorprende la naturalidad y frescura de la modelo Liya Kebede, que luce auténtica en la historia y el humor del personaje de Sally Hawkins, una bailarina frustrada que termina ganándose el cariño del público.  No todo, por supuesto, puede ser positivo en esta película  y es en el manejo del tiempo en donde encuentro algunas fallas, particularmente en las secuencias de modelaje, en donde puede generarse la falsa sensación de «cuento de hadas» al mostrar demasiado fáciles algunos procesos que podrían demandar mayor esfuerzo (particularmente la secuencia en donde la protagonista aprende a «caminar» como modelo).
Es muy difícil, de todas formas, terminar un comentario sobre «Desert Rose» sin volver al tema de la ablación y debo decir que hay una secuencia tremendamente dura que puede poner los pelos de punta hasta el más insensible pero que no se queda en el escándalo explícito si no en mostrar dramática pero poéticamente la dimensión real de tan terrible procedimiento. 
Espero que sean ustedes quienes lo juzguen, pero a mí el cine nuevamente me ha permitido asomarme a la ventana de la más dramática de las ficciones: la de la vida real.

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