Hace poco vi un video divertidísimo, que al final les comparto, sobre una de esas películas de ninjas que no merecen ni siquiera llamarse de tipo B si no tal vez F o G y que abundaban en las videotiendas de los ochenta y ahora, a pesar del tema de SOPA, en muchas esquinas. Este video me motivó para «reencauchar» este comentario que hice hace algunos años sobre las películas que suelen poner en Colombia en los buses intermunicipales.
La situación entre 2008 y hoy no ha cambiado mucho.
CINE ENTRE CURVAS, MAREO Y OLOR A AMBIENTADOR
Del blog de la Coctelera. Dic. de 2008
Si hay algo por lo que me han criticado mis familiares durante todo el año que llevo viviendo en Bogotá es por mi «arribismo» de tratar siempre de irme para Medellín en avión a pesar de que «el bus es tan cómodo». No quiero contradecir estas palabras porque, en honor a la verdad, los buses cada vez son más confortables y hay una gran diferencia entre estos autobuses con silla reclinable, perfectamente limpios y aire acondicionado y los famosos pullman de nuestra niñez con sillas rígidas, en donde a veces sobrevendían los puestos y el único aire acondicionado disponible era el que entraba por la ventanilla.
No voy a describir mi última experiencia autobusiva (viene de los abusos de los choferes de los autobuses) como algo terrible porque, mal que bien, nos demoramos las diez horas esperadas y sin mayores contratiempos, salvo el aire acondicionado bajo cero y la música a todo volumen de las canciones del despecho del momento (sobre todo en la madrugada cuando intentamos infructuosamente dormir). Voy a referirme explícitamente a una práctica que ya había olvidado y que me afecta directamente como amante del cine: Las road movies (no confundir con el género cinematográfico, éstas no son las películas de carretera si no las que presentan en las carreteras).
Lo primero que hay que decir de estas películas es que el primer criterio de selección es: «uyyy parce, en esta cinta echan bala parejo». Estas sabias palabras, pronunciadas por el conductor o su ayudante son suficiente parámetro para decidir que esa puede ser la mejor alternativa para los viajeros que hacen su travesía por las carreteras colombianas. El segundo criterio de selección parece ser la antigüedad de la cinta, pero no estamos hablando de clásicos del cine si no de las óperas primas de directores de acción que con poco presupuesto para contratar buenos actores o guionistas se gastan lo que tienen en sangre artificial y prótesis de ojos y brazos que serán desmembrados a la primera explosión.
Para no dar tantos rodeos, describiré un poco mi última experiencia con las «road movies» en el último viaje que hice de Bogotá a Medellín en la empresa Expreso Bolivariano (que pese a su nombre es tradicionalmente colombiana).
Después de instalarnos en las cómodas sillas, nos disponemos a permanecer toda la noche haciéndonos los dormidos entre las curvas de nuestra quebrada geografía y el interminable sonsonete del bus sólo alterado por la caja de cambios (rrrrrrr RRRRR rrrrr). Una hora después de partir de la Terminal (y como una hora antes de poder salir de la interminable Bogotá), el ayudante del bus pone en el DVD la película que nos acompañaría por las próximas dos horas y luego se encierra en la cabina, sordo a los posibles críticas y comentarios de «bajale», «queremos dormir» o «quita eso», que algunos intolerantes pasajeros podrían gritar. Los niños están felices y expectantes frente a lo que podría ser el mejor entretenimiento a bordo. La decepción aparece cuando en letras sicodélicas (claro indicio del cine setentero) se puede leer 林人(tienen razón, no se puede leer, pero luego aparece la traducción en español: La mano de la muerte). Desde la primera secuencia, puesta a todo volumen, nos enteramos de la tortura a la que nos enfrentaremos las próximas dos horas cuando un par de explosiones echan a volar por los aires a algunos soldados o partes de ellos y aparecen los créditos iniciales encabezados por el muy prestigioso director de acción Jhon Woo (el mismo de Contracara, la que pasan por Caracol todos los fines de semanas) y por Jackie Chan, que comparte honores con Jet Li en la preferencia de RCN. La película es una de las primeras de ambos y es muy probable que este «clásico» sea de muy ingrata recordación para los dos. La segunda sorpresa desagradable es el doblaje español que, para una película china es poco menos que ridículo. Un irreconocible Jackie Chan avanza entre los pantanos diciendo «pero que coño hazes allí Shui, eres gilipollas o que tío, vamos a por los puñeteros chaolines de Yun Fei», mientras su pequeño hijo (que a esta altura ya se ha salvado dos veces de ser asesinado por los enemigos del papá) le dice con tono lastimero: «Tengo miedo papá, estos tíos no se andan con bromas». Los verdaderos malabares están por fuera de la película y los hacemos los padres que queremos evitar que nuestros hijos vean ojos que se sacan, piernas que vuelan y estómagos que chorrean sangre e inventamos juegos ridículos como: «bueno Sebas, contemos casitas por la ventana».
A todas estas, el conductor está tan concentrado en no salirse de las cerradas curvas de nuestra geografía y esquivar los últimos derrumbes que no se da por enterado del desastre gastrocerebral que está ocasionando en los ya mareados pasajeros. Sin embargo, toda esta trama sensacional de balas, bombas y sangre no tendría éxito sin la consabida escena sexual que condimenta la historia. En este caso, el joven Chan descansa de sus batallas en un campamento guerrillero cuando ve a una hermosa joven que se acerca insinuante. El coqueto guerrero la devora con sus ojos y le pregunta por su profesión, «soy médica, especialista en masajes»…dos planos después llega la verdadera acción. Tengo que comentar, para terminar, que no pude nunca identificar si mi mareo provenía de las curvas de la carretera, la sangre de la película o la indignación de ver este material pero lo que sí es cierto es que cuando se acabó pude por fin recostarme en el espaldar de la silla.
AQUÍ ESTÁ EL VIDEO QUE MENCIONÉ AL PRINCIPIO, ES MUY DIVERTIDO.