El patrón de la tv

Caracol estrenó hace poco una producción que tenía éxito garantizado desde antes de realizarla: Escobar, el patrón del mal, serie basada en la vida pública de Pablo Escobar Gaviria, narcotraficante antioqueño que construyó uno de los emporios económicos criminales más grandes de la historia, poniendo en jaque a Colombia durante más de dos décadas.
Esta serie estaba destinada al éxito, pues tiene como personaje protagónico al personaje más funesto y controvertido de nuestra historia, famoso en todo el mundo, rodeado de mitos, con una personalidad carismática y gran inteligencia, que lo hacía oscilar entre héroe y villano y con tantos adeptos como víctimas en todo el mundo (sobre todo en Colombia). El estreno y su éxito predecible pone de nuevo de moda la discusión sobre las narcoseries.  Recuerdo que algún comentario mio en twitter que la clasificó allí, recibió un par de recriminaciones al mencionar que esta serie «era otra cosa».


En épocas anteriores, he escrito y hablado sobre el tema de las narcoseries y no quiero repetir lo ya dicho (al final adjunto algunos textos para quien quiera conocer algo más o controvertir mis ideas con respeto), si no mirar que se está haciendo, narrativamente, con la serie «Escobar: El patrón del mal».
El argumento que esgrime Caracol TV es la necesidad de recuperar la memoria del país, motivo realmente válido en una nación como la nuestra en la que aprendimos a proteger nuestra salud mental mediante la mala memoria (de otra forma estaríamos aun más locos).  Pero no es la recuperación de la memoria lo que debe criticarse de esta nueva serie. Hay que decir en su defensa que ante la tergiversación histórica y social de series como «Sin tetas no hay paraíso», «El Capo» y, en menor medida, «Las muñecas de la mafia»; «Escobar: El Patrón del Mal», se apega a los hechos para intentar una ficción que discurre paralelamente con los hechos de la realidad que muchos vivimos y padecimos.
Nunca he considerado, tampoco, que la televisión y el cine deban encargarse (como si fueran el ministerio de propaganda del país) de presentar la buena imagen de la nación ante el mundo. No entiendo y critico la obsesión de muchos colombianos por el «que dirán» afuera mucho más que «que podemos hacer» adentro.  Si hablamos de mala imagen,  los noticieros nos hacen quedar aun peor y esto, además, se valida por «basarse» en hechos reales.
El cine y la televisión son ficción y como tal tienen licencias que no tiene la información.  No se puede pedir una televisión que cuente solo la realidad pues, además de ser aburrida, no cumpliría con sus objetivos esenciales de entretenimiento y formación, aunque hoy el entretenimiento es el rey absoluto y aunque no podemos desconocer que la tv es sinónimo de diversión, extrañamos que no se piense más en la responsabilidad social y ética que debería tener en la construcción de ciudadanía.

Los argumentos para hablar de «Escobar: El patrón del mal» deben venir, entonces, de la serie misma y su planteamiento narrativo.  Desde el título, la serie pone en el centro a su protagonista, Pablo Escobar Gaviria, que si bien se presenta desde el subtítulo como un villano, atrae la atracción del público de la misma forma que lo hiciera el personaje real en sus inicios: Generando tanta simpatía como antipatía.  Si a esto le sumamos la impecable actuación de Andrés Parra (sin duda, uno de los mejores actores colombianos), nos quedamos con el retrato de un personaje al que nos queda difícil odiar.
El elenco de la serie es de lujo.  Además de Parra, con una interpretación tan fiel que sobrecoge, se destacan las actuaciones de Toto Vega (Santorini), Fabio Restrepo (Ortiz) y Nicolás Montero (Galán), aunque en el caso del último, su personaje no ha tenido la dimensión épica y el desarrollo que merecería.  La producción también es impresionante: Sin duda un megaproducto que tendrá mucho éxito en el mercado internacional.
La serie se apega a los hechos históricos, pero muchas veces recarga la tensión en la vida familiar y personal de los villanos (narcotraficantes) por encima de los personajes heróicos (Galán, Lara y Cano) que hasta el momento no tienen el mismo desarrollo narrativo, son menos complejos e interesantes.  La trilogía de héroes de la historia aun no alcanza la dimensión que ya tiene el personaje de Escobar y el de sus secuaces, cuyas vidas están llenas de acción y emoción.
Para no alargar la discusión, sólo queda decir que algo deben sentir sobre la polémica al interior del Canal Caracol, pues la presentación del reportaje «Los Tiempos de Pablo Escobar» parece ser el acto de contricción que realmente sí logra la cacareada recuperación de la memoria de aquellos tiempos dolorosos, con la investigación y tacto que un tema como éste requiere, como afirmaba un amigo mio: ¿no habría tenido más mérito una serie que se llamara Cano: el patrón del bien.
Las historias del narcotráfico se pueden contar de muchas formas, pero en todas quien las cuenta tiene una responsabilidad porque, así hablemos de ficción, está en juego el respeto por el dolor de las víctimas, que en este caso se cuentan por miles.  La televisión es un negocio, por supuesto, pero quienes la hacen deben también pensar en los efectos en el público por encima de sus ganancias económicas.

AQUÍ ESTÁN OTROS TEXTOS SOBRE EL TEMA:
Capos, muñecas, mafionetas y raiting
Sin tetas no hay historia
Los de El Cartel tienen su historia  

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