Mi semana en teatro

Hace rato que tenía ganas de sacar un tiempo para ir a teatro y descansar de lo urgente, haciendo algo que me parece más importante. Mi desquite fue en la sede de La Maldita Vanidad, compañía de actores que conozco desde su fundación y con quienes comparto buena parte de su visión sobre la puesta en escena.
1609726_10152385072361196_2752911323574379741_nCon el objetivo de que quienes quieran puedan decidirse a pasar, como yo, una buena velada teatral; hago una breve reseña de cada una de las obras que vi. Aparte de lo que están haciendo en este espacio, pueden acercarse también a otros teatros de la zona que siempre tienen propuestas interesantes; como el ya célebre Casa Ensamble y su buen ambiente, los interesantes montajes de Hombre Mono Espacio Alternativo (aquí pueden ver mi reseña sobre uno de sus montajes) o la Casa del Teatro Nacional. En lo personal, espero sacar más tiempo para asistir a estos y otros sitios a los que muchos amigos constantemente me están invitando.
En primera instancia asistí a tres montajes de microteatro en el espacio de «La Clínica», iniciativa que ha permitido a dramaturgos y actores participar en este escenario con obras de corta duración, historias contundentes y temáticas variadas. El que tuve la ocasión de ver (y que estará todo el mes por si quieren asistir) fue presentado alrededor de la idea de tierra, infierno y cielo y está compuesto por las obras «Madagascar», «Un barquito de papel» y «Swingers swing».
SWINGERS SWING, dirigido por Iván Olivares, parte de la incómoda conversación entre dos vecinos que intentan entrar en confianza antes de que lleguen sus esposas para compartir una experiencia swinger. La tensión entre los personajes, marcada por la actitud de cada uno ante la situación, sumada a la diferencia de edades y carácter logran mantener una puesta en escena divertida que, no obstante, al final se queda un poco corta. La actuación del veterano Julio Sánchez Cocaro y su hijo Variel Sánchez es convincente.
UN BARQUITO DE PAPEL, de Henry Yepes, fue presentada como el cuadro del cielo y, para ser honestos, de cielo tuvo muy poco pues pese a que la hermosa escenografía nos recordaba las nubes y la pose inicial de los actores a un par de ángeles, sentimos que estamos más bien ante un purgatorio con una puerta giratoria entre el cielo y el infierno. Se resalta en este montaje la intensidad de la relación entre los dos hermanos protagonistas y su texto en líneas generales, aunque se le va un poco la mano en su carga ideológica y esto hace que por momentos pierda el rumbo. De todas formas, se trata de una bella y conmovedora obra.
MADAGASCAR sí es un completo descenso a los infiernos.  Este montaje de Mauricio Iragorri nos trae un cuadro postapocalíptico que nos recuerda a las películas del género, añadiendo un diseño sonoro que pone los pelos de punta por el contraste entre la voz corporativa que ofrece un paraíso soñado, los sonidos de desesperación de los protagonistas y los hachazos que sugieren un impactante fuera de cuadro que horrorizados imaginamos.  La desagradable apariencia de los personajes y la implicación que se logra con la puesta en escena hace de esta obra una experiencia real e interactiva.
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Paralelamente a «La Clínica» el grupo de actores de la compañía está presentando su primer montaje infantil: UN CUENTO SOÑADO, dirigido por Daniel Diaza y con un elenco sobresaliente de talentosos actores con una interpretación marcada por las técnicas del clown que logra entretener usando un lenguaje infantil que no por serlo es condescendiente.  La obra tiene un ritmo muy interesante y la interacción de los actores con la escenografía contribuye a generar un clima agradable y divertido para los espectadores.  El texto y el espíritu de la obra son cautivantes al mezclar el teatro del absurdo de Eugene Ionesco con un viaje al mundo mágico de los niños.  Aunque curiosamente cuando fui a verla solo había una niña en la sala (es un público que este grupo tendrá que empezar a cautivar con nuevos montajes), todos los espectadores salieron de la obra con una sensación refrescante después de haber visto un montaje que mezcla la música, la actuación, sombras chinescas y una escenografía con estética de comic «familiar» de los años 50.
Ante la poca oferta de películas cautivadoras que lamentablemente tiene nuestra cartelera cinematográfica por estos días, que bueno es volver a teatro para encontrarse con puestas en escena cargadas de emoción y sentimiento.  No pienso cambiar la oscuridad ni las butacas aun, pero que buena es vivir la experiencia de las tablas.

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