Bloodline: La ropa sucia se lava en casa

bloodline-netflix-castNetflix es el rey indiscutible de la televisión online (¿se puede seguir llamando televisión?) y son muchas las series que congregan millones de seguidores y grandes hordas de fanáticos. House of Cards, Stranger Things, Orange is the New Black, 13 reasons why y Narcos son solo algunas de las que inundan la web con foros de fans y artículos de merchandising.  Entre el inmenso número de producciones propias, hay una excelente que pocos conocen y que vale la pena recomendar: Bloodline, creada por Todd Kessler y protagonizada por Kyle Chandler, Linda Cardinelli, Sissy Spacek y Ben Mendelsonh.
Desde hoy empezaré un ejercicio de analizar algunas series ya terminadas indicando con un aviso de SPOILER cuando me refiera a la temporada más reciente. El juego de las temporadas es complicado y Bloodline es un excelente ejemplo de esto (como comenté en mi más reciente texto en El Tiempo).  La primera temporada es simplemente magistral, un ejercicio digno de ser presentado en las clases de narrativa; la segunda, contrario a los pronósticos, logra mantener la atmósfera y el espíritu de los personajes y no decepciona y la tercera…ay, la tercera.
En la primera escena de la primera temporada, Bloodline nos empieza a sugerir un rompecabezas, cuyas fichas empiezan a encajar capítulo a capítulo.  Sus personajes principales: Los Rayburn, dueños de una posada en Los Cayos (Florida) se presentan como la familia perfecta y el hermoso paisaje tropical parece armonizar con su alegría y unión familiar…pero las series se sostienen por el conflicto y aquí este aparece con la llegada de Danny, el hermano mayor que regresa a casa después de muchos años.
El perfecto cuadro familiar se va develando poco a poco y aparecen las grietas de esta, en apariencia, familia ideal.  Entre el amor y el resentimiento, los Rayburn van develando sus complejas relaciones y cada uno de sus miembros va mostrando más de su verdadera personalidad.  
La primera temporada está estructurada a partir de un par de momentos centrales y todas las acciones giran alrededor de los mismos para sugerir una espiral sin retorno en la que será difícil salir bien librado.  El amor, la culpa, la traición y la solidaridad emergen en distintos momentos para poner en evidencia que nada es lo que parece.
Después de una primera temporada sólida y contundente, el último capítulo abre una subtrama de la que bien podría haberse prescindido: La aparición del hijo de Danny que llega sorpresivamente a la posada sin dejar muy claro cuáles son sus intenciones.
La segunda temporada podría haber recibirse con gran escepticismo, porque el rompecabezas sugerido por la primera ya estaba completa y, si bien no era necesaria, logra mantener la intensidad emocional de la serie y la contundencia de la historia. Con la nueva temporada regresa la atmósfera del lugar, como buena metáfora de lo que realmente son los Rayburn: Días paradisíacos y noches oscuras y tormentosas.  La llegada del hijo de Danny nos abre espacio para conocer al enigmático personaje antagónico y para develar aun más los secretos que esconde la familia; su trágico pasado es como un rayo (ray) que los ha quemado (burned) con severas consecuencias emocionales (I always thought the greatest thing happened to me was being born a Rayburn, afirma John Rayburn).
Al final, la segunda temporada sorprende por su buena calidad y permite que Bloodline se consolide como una de las mejores series de lo que va del siglo.  La recomiendo ampliamente, pero por favor ignoren que hay una tercera temporada.
Bloodline-largeAtención SPOILER. La tercera temporada inicia con John huyendo, Kevin lidiando con las consecuencias de haber asesinado al detective Marco Díaz y Sally Rayburn envuelta por la culpa y el dolor de conocer la verdad sobre lo que han hecho sus hijos.  Todo lo que habría podido contarse en máximo dos capítulos se alarga absurdamente durante 10.
Así como la primera es una clase magistral de guion, la tercera es el antiejemplo:  Personajes que toman decisiones contundentes para luego reversarlas, capítulos en donde no pasa nada diferente a lamentaciones por acciones de las temporadas pasadas, un personaje secundario que promete grandes giros dramáticos y al final se suicida (uno de los peores errores del guion) y, sobre todo, un capítulo para olvidar: El 9.   En contra de la narrativa de la serie, el penúltimo capítulo presenta un viaje innecesario y absurdo en el que John, inconsciente por culpa de un accidente que nadie sabe como sucedió, va y viene entre lo que pasó y lo que su cabeza imagina.  Este capítulo no solo no aporta, sino que nos deja totalmente confundidos para enfrentar el capítulo final.
La serie termina decentemente, aunque en un solo capítulo no puede remediarse los problemas de guion de toda la temporada.  Los protagonistas tienen finales más o menos predecibles y las subtramas se amarran apresuradamente en muy poco tiempo; como dije antes, Bloodline es una gran serie que debió haber acabado dignamente en la temporada pasada.  Curiosamente, lo único que se rescata del tramo final es la subtrama de los O’Bannon, que se ha mostrado como un modelo de familia disfuncional, en contraste a los Rayburn, y que al final acaban siendo víctimas de las apariencias.  
En el balance general, y a pesar de su última temporada, Netflix ha producido una de las mejores series de los últimos tiempos: Una historia de amor y odio en el escenario que a la mayoría más nos interesa: La familia.  Su narrativa impecable, la tensión siempre presente, una edición dinámica pero no vertiginosa y un punto de vista de cámara espía que, en contra de los cánones, permanentemente se esconde sin que necesariamente sea el punto de vista de alguien; son algunas de las claves de por qué no se puede perder Bloodline, una gran serie sobre como la «gente de bien» también hace cosas malas.

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