
Jarmusch vuelve con una historia que se parece a muchas de las suyas: Con diálogos cotidianos pero profundos, personajes taciturnos, silencios contemplativos y relaciones complejas; pero que se distancia de muchas películas actuales por el tratamiento poético de la imagen y de la historia que, no por esto es pretenciosa.
Inspirado en la poesía de William Carlos Williams, un autor poco conocido en nuestro medio (confieso que tuve que consultarlo en Google), la película nos presenta un poema visual de la vida cotidiana. La historia es protagonizada por un conductor de bus interpretado por el nuevo ícono del cine independiente norteamericano (curiosamente llamado Adam Driver) que pasa sus días en medio de la rutina de conducir el vehículo, escuchar las conversaciones de los pasajeros e involucrarse por minutos con sus relatos y plasmar en una libreta sus pensamientos y reflexiones en forma de poemas escritos solo para sí mismo.
Inspirado en la poesía de William Carlos Williams, un autor poco conocido en nuestro medio (confieso que tuve que consultarlo en Google), la película nos presenta un poema visual de la vida cotidiana. La historia es protagonizada por un conductor de bus interpretado por el nuevo ícono del cine independiente norteamericano (curiosamente llamado Adam Driver) que pasa sus días en medio de la rutina de conducir el vehículo, escuchar las conversaciones de los pasajeros e involucrarse por minutos con sus relatos y plasmar en una libreta sus pensamientos y reflexiones en forma de poemas escritos solo para sí mismo.
En la contraparte tenemos a su novia, una aspirante a artista obsesionada con el blanco y negro y entusiasmada por múltiples proyectos que posiblemente no funcionarán, pero con un nivel de humanidad abrumador, que es justamente lo que transpira esta película: La belleza de lo cotidiano. Aparece igualmente un personaje catalizador que termina dirigiendo la vida de la pareja protagónica para sacarla de su mundo en blanco y negro: su bulldog inglés, que parece ser el único que tiene claro lo que realmente quiere.
Paterson, el conductor de bus, que vive en Paterson, la ciudad, en donde un poeta escribió un famoso libro llamado Paterson, que conocemos a través de la película Paterson de Jim Jarmusch, es mucho más que un juego de palabras, es un poema visual y lúdico en donde la historia no es lo más importante. De hecho, hay quienes han planteado con acierto que la película es un gran palíndromo, lo que nos recuerda películas de autores como Luis Buñuel, Terrence Malik, Julio Médem y Todd Solonz.
Esta excelente película debe ser vista varias veces, pero no por la complejidad de su historia, que es tan simple que sorprende, sino para disfrutar de personajes cotidianos que se mueven entre el amor, la rutina y sus relaciones personales en un pueblo tranquilo norteamericano en donde nada pasa. Paterson es como la buena poesía: un juego en donde las imágenes y las palabras dicen más de lo que parece y se disfrutan mejor cuando tienes tiempo para volver sobre ellas.

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