Reseña de Brad’s Status
Cuando supe que en cartelera había una película llamada «Un papá singular» imaginé otra historia ridícula sobre un papá disfuncional y un hijo avergonzado con sus excentricidades, pero cuando supe que estaba protagonizada por Ben Stiller en un papel «serio», decidí darle la oportunidad.
Aclaro que la palabra serio la pongo entre comillas porque siento que es injusto que los grandes actores cómicos deban interpretar obras dramáticas para ser tenidos en cuenta y valorados en la industria y entre críticos y espectadores. No fue hasta que hicieron sus primeros papeles dramáticos, que grandes actores como Robin Williams, Jim Carrey, Steve Carrel y hasta Adam Sandlers fueron tomados en serio. Ben Stiller, por su parte, es sinónimo de buena comedia delante y detrás de la pantalla y, si bien esta película no es dirigida por él (me decepcionó saberlo) sí tiene su impronta y su interpretación carga con un enorme porcentaje del peso de la película.
Nadie duda de las habilidades de Ben Stiller como cómico y, a pesar de que sus personajes suelen ir por la línea del hombre desafortunado cara de palo (heredero del gran Buster Keaton), lo hemos visto muy cómodo en papeles de antihéroe (La familia de mi novia, Mi novia Polly, Walter Mitty, Zoolander, Una noche en el museo) y de villano excéntrico (Dodgeballs y un fugaz pero inolvidable personaje en Friends). Lo que muchos no saben es que Stiller es, además, un gran director. En su curriculum se cuentan comedias de humor negro como Zoolander y Una guerra de película (Tropic Thunder), dramas (Reality bites) y películas casi inclasificables entre el drama y la comedia como El insoportable (The cable guy) y La vida secreta de Walter Mitty.
Sería ilógico, por tanto, hablar de Brad’s status (titulada desacertadamente en español como Un papá singular) sin mencionar a Ben Stiller, pues la película podría hacer parte de un tríptico de historias interpretadas por este actor que podría llamarse retrato de la vida a los...30 (Reality bites, Ben Stiller 1994), 40 (Mientras seamos jóvenes, Noah Bambauch 2014) y 50 (Brad’s status, Mike White 2017).
En la película que nos ocupa, el protagonista (Brad Sloan) vive a través de su hijo el regreso a la universidad y la confrontación con su propio pasado, presente y futuro. La crisis de la mediana edad lleva a Brad en un viaje a través de las decisiones tomadas que ya no tienen reversa, contrastadas por el aparente éxito profesional y económico de sus amigos de la universidad; así como por la vida juvenil y nuevas perspectivas que se abren para su único hijo y que lo confrontan con su juventud perdida, sus propias realizaciones y un futuro incierto y de frustración. La imagen del éxito de los demás, alimentada por el espejismo de las redes sociales, solo incrementa la sensación de vacío en el protagonista que se llena de inquietudes existenciales.
La experiencia no es aquí sinónimo de sabiduría y, en un nuevo viaje de maduración, el protagonista encuentra en el mundo joven algunas importantes lecciones. El viaje aparece, entonces, como una metáfora de quien vuelve sobre sus pasos en una nueva posición, un carrusel que da la vuelta y obliga a mirar tu propia vida desde una nueva perspectiva. El éxito se pone en cuestión y la vida idílica que se soñó se aterriza en la que se tiene y en la que aun se puede lograr. El encuentro entre un mundo joven expectante y un adulto que ve con terror a su hijo cerca de explorar su autonomía, da como fruto una narración reposada y reflexiva que permitirá a muchos padres identificarse con Brad, sus angustias y frustraciones. ¿Qué es el éxito?… un fantasma que persigue, un gran peso sobre la conciencia o quizás algo que ya hemos conseguido y no reconocemos.
Un comentario Agrega el tuyo