Reseña de «La sinfónica de los Andes» de Martha Rodríguez

La película presenta un doloroso retrato que no quisiéramos ver, un importante testimonio del sufrimiento de muchos colombianos que aparecen en los grandes medios solo como protagonistas de la espectacularización de sus tragedias. Es un relato duro de ver y escuchar y, aunque quisiéramos esconder la cabeza bajo la tierra, sus poderosas imágenes y testimonios nos atrapan para presenciar el horror de la vida cotidiana que otros no tienen opción de evadir.
Es imposible no llorar y conmoverse con este duro, pero necesario trabajo. Los documentales de Rodríguez son imprescindibles para conocer los rostros y las palabras de nuestros compatriotas que no ven la guerra por televisión ni protestan en redes sociales desde la comodidad de un sofá; colombianos que luchan todos los días por sobrevivir en medio del fuego cruzado, la indiferencia y el desprecio de un amplio sector de la sociedad.

La sinfónica de los Andes no es una película para disfrutar, es un golpe a los riñones, un duro bofetón para despertar nuestra conciencia y descubrir esa Colombia que sufre, pero resiste y perdona. En medio de este desolador panorama, este documental presenta una pequeña luz de esperanza desde el arte. Sobre las ruidos de la guerra, se imponen con fuerza los sonidos de la música.
Martha Rodríguez es, sin duda, una de las voces más lúcidas y contundentes de nuestro audiovisual. Su aporte histórico es fundamental, sus documentales son certeros y crudos y su legado será duradero. A su avanzada edad, es notable la coherencia de su pensamiento y los riesgos que toma en cada nuevo trabajo. Su mirada no se regodea en el dolor y, por el contrario, es reposada y compasiva. El trabajo de Martha Rodríguez es todo lo contrario a la pornomiseria, es la sublimación artística del terror cotidiano.
Desde muy joven, trabajó al lado de Jorge Silva registrando las comunidades marginales y uno de sus más reconocidos trabajos, Chircales, sigue siendo un importante referente del cine militante latinoamericano, comprometido con las comunidades más pobres. Después de la muerte de Silva, Rodríguez ha continuado de forma continua con su trabajo, comprometida con darle la voz a quienes nunca la han tenido y mostrando lo más crudo y triste de nuestra realidad. No se puede ver sus películas comiendo crispetas ni salir de la sala pensando en el sufrimiento de nuestros compatriotas.