Una cosa es disfrutar el fútbol y otra es quererlo, un cosa es quererlo y otra es ser fan, una cosa es ser fan y otra es estar dispuesto a morir por el equipo. Llevamos décadas viendo imágenes de los furiosos hooligans británicos protagonizando peleas monumentales y siendo perseguidos por las autoridades; crecimos viendo bengalas, saltos y cánticos de los hinchas argentinos y, desde hace algunos años, hemos visto el crecimiento de barras como «Los comandos azules», «Los del sur» y «Barón rojo sur» que suelen protagonizar hechos negativos en los medios de comunicación, aunque su intención inicial sea animar y profesar devoción absoluta a su equipo.
Los grandes equipos tienen grandes hinchadas. No es raro encontrar en Colombia hinchas de equipos como Manchester United, Barcelona, Real Madrid o Juventus y fanáticos de equipos como Nacional, América y Millonarios a lo largo de toda la geografía nacional. Llama la atención, por tanto, que una de las barras más fieles y sacrificadas sea la de un equipo con una larga tradición, pero que en los últimos años ha estado en la B y jamás ha alzado una copa nacional de primera división.
El documental La fortaleza, que se estrena esta semana en la cartelera colombiana, sigue la cotidianidad de la barra del mismo nombre que apoya al Atlético Bucaramanga y, particularmente, a un grupo de hinchas conocidos como «La mulera» que acostumbra acompañar a su equipo, arriesgando su vida en peligrosos viajes por carretera.
El director Andrés Torres logra un documental sólido, inquietante e inmersivo y va más allá de la anécdota para presentar a unos personajes marginados entre los marginados, con una mirada cercana y desprejuiciada. El proceso de investigación y acercamiento a la barra por varios años, permitió al equipo de realización presentar una mirada cercana e íntima de sus protagonistas. La película acompaña a tres barristas que, ilusionados por la posibilidad de que su equipo ascienda a la primera división del fútbol colombiano, emprenden un largo viaje entre Bucaramanga y Popayán, sin dinero y abordando clandestinamente a las «mulas» (camiones) que transitan en la carretera.
El equipo de rodaje emprendió la aventura junto a los protagonistas y, en el mejor espíritu de los buenos documentales vivenciales, compartió junto a ellos los peligros de la faena y la incertidumbre del resultado definitivo. En su travesía, los viajeros tuvieron que dormir a la intemperie, aguantar hambre y frío y, lo más peligroso, estar expuestos a encuentros y enfrentamientos con hinchas de otros equipos.
Con un propósito claro de entender sin juzgar, los realizadores acompañan a los muchachos en su viaje y registran sus opiniones, pasiones, amores y rencores sin tomar partido de forma evidente. No hay voz en off, no hay entrevistas, conclusiones ni moraleja y, aunque la estructura narrativa por fuera del viaje parece tambalear, la película de carretera y su destino final es suficientemente poderosa para sostener el peso completo de la historia. La situación y los personajes son tan fuertes que por momentos la tensión escala a niveles insospechados.
La fortaleza es una película de fútbol que no muestra fútbol. Los partidos aparecen solo como el telón de fondo, los resultados parecen no importar, porque la cámara se enfoca en aquellos que nunca aparecen, los que viven la pasión y el amor por su equipo a niveles que el resto de los mortales difícilmente entendemos.
De los protagonistas solo conocemos lo que nos dejan ver e ignoramos (aunque inferimos) sus vidas familiares y afectivas, sus sueños y rutinas. Para ellos, que no tienen casi nada, solo está su equipo, que significa mucho más que 11 jugadores persiguiendo un balón. Los chicos de «La mulera» son los marginados, los que hasta los demás barristas miran mal, lo más bajo de la sociedad y, por eso mismo, su aventura reivindica su osadía y evidencia su invisibilidad. Violencia y música, pasión y negocio, odios y amores son protagonistas en cada partido y, más allá de la estigmatización de las «barras bravas» del fútbol, este documental nos muestra las personas que solo aparecen en los noticieros cuando son víctimas o victimarios de la violencia del fútbol. La música también es protagonista y el documental ha elegido a «La murga» de la barra con sus cánticos y fiesta en cada partido, gane o pierda el equipo.
Lo más relevante de la película es la caracterización del cuarto personaje que es la cámara, que acompaña sin juzgar, que pasa dificultades y hasta se marea cuando sus compañeros de viaje pierden el control. La dirección de fotografía de Carlos Galván elige renunciar al preciosismo para recuperar la naturalidad, el vértigo y la incertidumbre del viaje. La producción, en sí misma una aventura, pone en evidencia los años de investigación y acercamiento a los protagonistas, que terminan olvidándose de la cámara y adoptándola como un miembro más de su grupo.
La fortaleza fue selección oficial en el Festival Internacional de Cine de Cartagena del año pasado y estuvo en la muestra del Sheffield DocFest 2019, en Inglaterra; en el Festival Internacional de Cine de Valdivia (Chile) y en La Muestra Internacional Documental de Bogotá. Está en salas de cine de Bogotá, Bucaramanga, San Gil, Cúcuta, Pereira, Barrancabermeja, Medellín, Cali y Barranquilla.