Con un sugestivo nombre y una propuesta estética arriesgada, está desde hoy en la cartelera colombiana Los Nadie, una película de bajo presupuesto rodada en Medellín y realizada con el auspicio de la Universidad de Antioquia, que ha ganado varios premios internacionales y fue la película de apertura del pasado Festival de Cine de Cartagena.
Cuando en algunos años se estudie la ciudad de Medellín para hacer una radiografía de la juventud de distintas generaciones habrá tres títulos imprescindibles: Rodrigo D No Futuro (Víctor Gaviria, 1990), Apocalipsur (Javier Mejía, 2005) y Los Nadie (Juan Esteban Mesa, 2016). En la primera, los jóvenes de los ochenta matan y mueren en una ciudad que no les ofrece un porvenir; en la segunda, los de principios de siglo se debaten entre quedarse a vivir el miedo o viajar a la incertidumbre y en la última, los jóvenes de la generación actual entran en conflicto con la ciudad y sus valores y sueñan con construir un futuro mejor más allá de las fronteras, sin arraigo ni apegos. En los tres casos el punk es la más clara manifestación de rebeldía, un grito de resistencia en una ciudad de pop y reggaetón.
Los nadie es, por tanto, un retrato generacional elaborado con juicio, pero sin aspavientos, por los mismos jóvenes paisas, lo que le quita cualquier asomo de condescendencia con ellos o complacencia con el público. El universo adulto con sus valores, costumbres y creencias aparece caricaturizado mientras una nueva generación sueña, construye y ama en claro rechazo al legado que le quieren imponer; una generación que se resiste a seguir la senda marcada y que quiere abrir su propio camino sin temor a equivocarse en el intento.
Medellín aparece como un protagonista en blanco y negro con sus lomas, luces y movimiento; una ciudad en la que conviven los fantasmas del pasado con un presente más promisorio, en la que los habitantes aprendieron a vivir en medio de las dificultades y los jóvenes exorcizan el miedo con el arte de la calle. No está exenta de tensiones esta película, pero deja de lado el cliché de la narcocultura y los sicarios, de las prepago y los traquetos, para mostrar esa otra ciudad de muchachos que ya no se comen el cuento de que Medellín sea «el mejor vividero del planeta» y trabajan y sueñan para conocer el mundo.
Hay un mérito que parece poco pero es más difícil de lo que parece. Los Nadie logra, como pocas películas colombianas, tener un elenco de «actores naturales» que realmente lucen naturales. El acertado casting, muy bien dirigido, nos entrega momentos francamente divertidos y algunos de gran poesía y dramatismo, con tanta espontaneidad que no parecen puestos en escena.
Aplaudo, pues, esta nueva película colombiana. Medellín es nuevamente el escenario y el protagonista y la juventud tiene la palabra delante y detrás de la cámara.
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