Amigo de nadie: La esquizofrenia colectiva


Se estrena esta semana Amigo de nadie la más reciente película de Luis Alberto Restrepo, director que se ha caracterizado por la gran calidad de sus producciones cinematográficas y que nos ha obsequiado títulos imprescindibles para el cine colombiano como La primera noche y La pasión de Gabriel.  En sus películas, Restrepo encara la realidad del país sin tapujos ni anestesia para ponernos de frente con una dura realidad que, no obstante, es mirada con poesía y desde la óptica de las víctimas (la pareja protagónica de La primera noche) o de los héroes anónimos (el padre Gabriel).
En Amigo de nadie, Restrepo se traslada al convulso Medellín de los años noventa, momento en que la capital antioqueña fue deshonrosamente denominada como la ciudad más violenta del mundo; una hermosa ciudad carcomida por dentro por la ambición del narcotráfico y la naturalización de la violencia. Una ciudad que vivimos intensamente y en la que, sin exagerar, sobrevivimos.
Más allá de la aberrante historia real que da pie a la película Amigo de nadie es un retrato de ciudad y, en la patología de su protagonista, se permite representar la enfermedad mental de una sociedad que ve al otro como enemigo y a la que le resulta muy fácil pensar en la destrucción de lo ajeno para preservar lo propio.  A pesar de estar escenificada en los años noventa, tristemente esta película representa cierta mentalidad antioqueña que ha permanecido y, en algunos casos, se ha exacerbado en los últimos años: la idea del todo vale para proteger mis intereses.
El inicio es posiblemente lo más flojo de esta cinta y hay que tener paciencia para esperar el despegue de la historia, más por temas de actuación que por la aparición de un detonante narrativo. Los personajes infantiles y el ambiente de las primeras escenas son muy inferiores a lo que veremos hacia el final del primer acto y que va consolidándose con el paso de los minutos. Por fortuna, la película despega y toma ritmo relativamente rápido.
Hay que decir, con total franqueza, que el punto de giro más importante lo marca la aparición de Juan Pablo Urrego, a quien podríamos considerar como uno de los actores dramáticos más importantes de su generación y que, desde su primera escena, soporta la mayor parte del peso de la película.
Frente a la tendencia marcada por Víctor Gaviria en la dirección de actores naturales que, en su caso, es marca estilística pero en otros es casi una moda; Restrepo logra demostrar que se puede tener una película muy bien actuada con un elenco mayoritariamente conformado por actores profesionales de formación teatral, en el que, además de Urrego, se destacan nombres como los de Ricardo Mejía, Patricia Tamayo y Ernesto Benjumea, quienes, contrario a la opinión-prejuicio generalizados, se lucen con interpretaciones sólidas y naturales.
La dirección de arte de la película es acertada, aunque no es su punto más fuerte y deja ver algunas pequeñas inconsistencias que, no obstante, no son relevantes para el desarrollo de la historia, luciéndose también por momentos como el de la bomba de la plaza La Macarena. Junto con la música y la fotografía, configuran una atmósfera que refleja la tensión y la paranoia del Medellín más violento en un bien cuidado juego de espejos entre la situación de la ciudad y el estado psicológico de sus personajes. Es de resaltar también la buena representación que se hace de los espacios, valores y estilo de vida de las clases altas tradicionales antioqueñas, que no han sido muy representadas por el cine nacional.
En resumen, Amigo de nadie se destaca por excelentes actuaciones, una bien medida dirección y la representación de la esquizofrenia cotidiana del país más allá del fenómeno y la estética de los narcos para abordarla desde el punto de vista de «los buenos» que en épocas de guerra se confunden con «los malos».  Nosotros contra ellos es la consigna de la supervivencia en una ciudad que deja pocas alternativas.
El Medellín que vivimos en nuestra adolescencia y que no quisiéramos que volviera jamás hace su aparición allí en un retrato de ciudad que han ido armando desde hace más de treinta años directores como Víctor Gaviria, Javier Mejía, Carlos César Arbeláez, Gonzalo Mejía, Laura Mora, Catalina Villar, Simón Mesa, Juan Sebastián Mesa, Catalina Arroyave y Gloria Nancy Monsalve, entre otros.  Medellín es una hermosa ciudad llena de contrastes y el cine paisa es el llamado a representarla en todas sus contradicciones, para que podamos verla y vernos.

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